La nota de Religión volverá a contar para hacer la media y para obtener becas. Es otra victoria de los obispos españoles en el proyecto de reforma de la enseñanza que hoy ha aprobado el Gobierno y que concita una fuerte oposición de los más variados sectores, desde la comunidad educativa (sobre todo en la escuela pública) a casi todo el arco político fuera del PP. El ministro José Ignacio Wert ha defendido su reforma como el antídoto para mejorar un sistema escolar que sufre un 24,5% de abandono escolar y obtiene resultados mediocres en las evaluaciones internacionales.
Lo intentará adelantando los itinerarios hacia la FP, con evaluaciones externas que serán reválidas en la ESO y el bachillerato o reforzando el margen de decisión de los directores de los centros. Sin embargo, para buena parte de la escuela pública (que el jueves pasado sacó a la calle a decenas de miles de personas en toda España contra la ley) no es más que la otra cara de los recortes educativos, que mira al pasado, que va a segregar alumnos desde muy jóvenes y además apoya a la escuela concertada y a la Iglesia.
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