"En las prisiones conoces a muy buena gente, son todos activistas, ahora mis mejores amigos son presos que conocí allí". Mohammed Abdel Aziz, un activista de 24 años, decidió que lo mejor era tomarse con humor el maltrato que sufrió como preso del régimen sirio del presidente Bachar el Asad.
Aziz fue detenido a finales de febrero en Raqqa. Los policías le robaron todo lo que llevaba, desde el dinero, el teléfono y la cámara de fotos hasta los zapatos y la chaqueta, y lo llevaron a la sede de la Inteligencia militar. Era su tercer arresto desde el inicio del conflicto hace más de dos años, así que Aziz ya sabía lo que le esperaba, según contó a este diario el mes pasado en Raqqa.
Pasó varios días con otros 10 presos en una celda de unos cuatro por cuatro metros. Apenas tenían agua ni comida. Y varias veces lo condujeron a otra sala donde fue interrogado y recibió palizas. A veces, los guardas usaban descargas eléctricas. Otras, le ataban los tobillos, alzaban sus piernas y le apaleaban las plantas descalzas. Y aun otras, lo sentaban sin ropa en un neumático y cuatro o cinco guardas le pegaban con palos y cables gruesos.
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