Con gesto serio y preocupado, el presidente de Nigeria, Goodluck Jonathan, se presentaba este martes ante las cámaras de televisión para anunciar la declaración del estado de emergencia en tres estados del noreste del país, Yobe, Adamawa y Borno. Los recientes ataques de la secta islamista radical Boko Haram en este último Estado, que han provocado decenas de muertos, representan una contundente amenaza para la seguridad y para la propia integridad territorial del país. Por primera vez, Jonathan ha admitido que este grupo terrorista se ha hecho con el control de una parte de Borno, de donde los funcionarios han huido. “Es una declaración de guerra”, ha dicho el presidente, que ha anunciado el envío de más tropas al norte.
Y es que la secta Boko Haram, cuyo nombre significa “la educación occidental es pecado”, está mostrando en el último mes una enorme capacidad de violencia. El pasado 16 de abril, un fuerte enfrentamiento entre la Secta, como se la conoce también en Nigeria, y el Ejército nacional en la localidad de Baga, cerca del lago Chad, provocó la muerte a unas doscientas personas, la mayor parte civiles, aunque, según los testimonios de los residentes, la mayoría de estas muertes hay que atribuirlas al propio Ejército, que días después del ataque llevó a cabo una sangrienta represión. Tres semanas después, el 7 de mayo, Boko Haram lanzó una nueva ofensiva, en este caso en la ciudad de Bama, que, tras la consiguiente respuesta militar, dejó un saldo de 55 víctimas mortales.
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